Trabajo premiado en el concurso «Historias Mínimas» realizado por el Instituto Superior de Periodismo DeporTEA Mar del Plata, donde los estudiantes realizan una redacción periodística para participar en el concurso que reparte becas de estudio en el estableciminto.

Por: Carmen Nosei Colombera
Franco Hernández a sus cortos 18 años trabaja junto a la NASA gracias a sus conocimientos de programación. A su vez es un profesional de ciberseguridad, programador y desarrollador de videojuegos.
“No quería seguir las reglas, quería inventar nuevas. Si el límite era el cielo, yo buscaba el espacio, pero nunca pensé que sería la misma Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos que me convocaría para el NASA Space Apps Challenge. No imaginé que por pura cuestión de fe y de animarme a mandar mi curriculum, me responderían en menos de una hora para trabajar con ellos en un programa internacional. Soy Franco Hernández y a mis dieciocho años se me dio una oportunidad insólita de empezar a trabajar, literalmente, en un reto fuera de este mundo.
Todo comenzó entre marzo y abril de este año cuando salí de mi cursada habitual en la Universidad Nacional de Mar del Plata en Ingeniería Informática. Me llegó un mail de la NASA sobre este concurso y, a causa de esto, pensé que era spam o una broma, ya que no creía que esta administración estuviera interesada en un adolescente argentino de Mar del Plata que recién empezaba sus estudios universitarios.
Durante la pandemia había logrado certificarme como astrofísico en la Universidad de Tokio (o conocido como From the Big Bang to the Dark Energy), pero mis conocimientos estaban orientados a la física cuántica respecto a la computación. Desconocía cómo despegar un cohete o cómo funcionaba la tecnología en el espacio, además de que no había terminado mis estudios universitarios. Ya había tenido la posibilidad de trabajar en grandes empresas de manera directa, páginas como Bugcrowd (una plataforma de seguridad de colaboración colectiva) y Hackerone (empresa encargada de encontrar errores en las páginas que uno suele clickear, como Google), pero también de manera indirecta para Dropbox, Netflix, Twitter, Amazon, hasta Google.
No encontraba un sentido por el cual enviar mi solicitud, pero el “no” ya lo tenía. Entonces, antes de cenar con mi familia, y gracias a su apoyo, envié mi currículum con mi secundario completo, mi experiencia laboral y las certificaciones que creí pertinentes: Primeros Auxilios Psicológicos de la Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos) y la de Tokio. En menos de una hora me pidieron una videollamada con Alicia Dwyer Cianciolo, ingeniería aeroespacial de la NASA que participó en Misiones a Marte, en el programa Artemis y en la construcción de satélites, para darme la bienvenida al reto en equipo con la particularidad que se nos pagaría cuando terminemos el proyecto, que consistía en el desarrollo de una aplicación para reconocer el terreno.
Aunque no puedo comentar mucho sobre el desarrollo del proyecto, a grandes rasgos, creamos la posibilidad de reconocer un terreno cuando se está a oscuras y, en base a estadísticas, hacer predicciones mediante una aplicación que funcione en tiempo real. Estás últimas, no son aleatorias, sino que se refiere a misiones en planetas como Marte.

Formé parte de un equipo de trabajo con norteamericanos y un hindú, donde cada uno cumplía un rol determinado. Ustedes pensarán ¿cómo es posible que personas de diferentes rangos horarios puedan estar conectados al mismo tiempo? Esto fue gracias a la plataforma de Discord, medio por el cual nos enviábamos los cálculos y la misma aplicación. En esto último, me tocaba programar, pero no hubiera sido posible sin este equipo que me daban los cálculos y las modificaciones necesarias. Tardamos dos meses respecto al proceso de desarrollo del reto, pero aún queda la parte de escribir un paper detallado sobre el procedimiento y funcionamiento de la maquinaria, cuya extensión deberá ser de 500 páginas acerca de lo trabajado.
¿Cómo uno se prepara para ser parte de la NASA? Antes creía que llevaba años de preparación y que solo contrataban personas especializadas con años de certificaciones y experiencia, pero después de trabajar con ellos, me di cuenta de qué, inconscientemente, adquirí los conocimientos para ser parte del programa. Desde que aprendí a programar a los seis años o cuando desarrollé mi primer sistema operativo a los nueve o al momento de publicar mi primer videojuego a los quince años. Para entender cómo llegué a trabajar con ellos, tanto en este proyecto como en algunos más, debemos volver el tiempo atrás sobre el origen de mi pasión a la programación y los altibajos que tuve.“
Franco empezó a dedicarse de lleno a los videojuegos y a la ciberseguridad a los diez años, pero sus primeros contactos con las computadoras arrancaron siete años antes, al jugar con el Microsoft Paint (una aplicación de dibujo). A una temprana edad, se sentó al lado de su madre, Mariela Rosenberg, mientras ella estaba en la computadora utilizando Facebook y al pequeño le llamó instantáneamente la atención. De ahí en más empezó a experimentar con la computadora a través de juegos donde muchas veces sus padres debían llamar a un técnico, ya que la desconfiguraba o desinstalaba aplicaciones.
Antes de aprender a escribir, sabía cómo jugar al Warcraft (videojuego de guerra con mitología) y fue ese mundo el que quiso cambiar. A los seis años se dio cuenta de que habían ciertas reglas que no le gustaban, entonces se propuso hacer juegos con su propia imaginación, sin un límite impuesto. Su modo de aprendizaje, siendo tan joven, era a partir de los videojuegos, como Adobe Flash (una plataforma para la producción de animaciones, aplicaciones de internet, de escritorio, juegos para móviles y reproductores de video web) y Smartfoxserver (la cual es una librería que permite crear servidores para juegos multijugador online), y muchas veces desconocía lo que hacía, pero, en aquel momento, la tecnología no le convencía. A los nueve cambió ese descontento creando su primer sistema operativo y siendo más consciente del poder que tenía en su teclado.

Aprender con dos pasos adelante y uno atrás
El joven marplatense aprendía a través de la experiencia que ganaba, pero no significa que todas hayan sido buenas. A los doce años, aprendió una gran lección cuando “hackeó”, es decir la aplicación de tecnología o conocimientos técnicos para superar alguna clase de problema u obstáculo, la computadora de un compañero del colegio, por el cual, le instaló un juego. Su compañero le había dado consentimiento de hacerlo, pero Franco fue por más y accedió al sistema de seguridad de la casa.
La familia del otro joven se sintió ultrajada e involucraron al colegio, el Instituto Peralta Ramos, al que ambos menores asistían para solucionar el problema. Al ser un
problema fuera del horario escolar, pero a su vez una cuestión que incluía a miembros de la comunidad, la escuela envió una nota a los padres de Franco acerca de lo sucedido. Sus padres no se enojaron, sino que se sorprendieron de la capacidad de su hijo y querían saber cómo funcionaba.
Sus padres sabían que su hijo no lo hizo con mala intención, sino que tenía aquella inteligencia sobre algo nuevo para él, en especial, en un mundo que desconocían. Es por ello, que se reunieron con la familia implicada y buscaron solucionar el tema, garantizando que no volvería a pasar. Por su parte, Franco aprendió a tener conciencia sobre cómo usar sus conocimientos, porque, muchas cosas de las que podía hacer, la mayoría de las personas no sabe cómo manejarlas y por ende, si seguía por ese camino, se le iban a generar grandes problemas.
Esto sería la punta del iceberg, ya que a los trece años empezó a dedicarse completamente a los videojuegos, la ciberseguridad y jugar con nuevos programas, siendo esto último, una real cachetada a lo que sabía. El Kali Linux, un sistema operativo que protege y optimiza ordenadores como descifra contraseñas, fue una puerta a lo conocido y desconocido a la vez. Al descubrir dicho sistema operativo, comenzó a querer hackear lo que le apetecía, pero no sabía a qué sitio ni a qué persona. Por ello, debió estudiar toda la teoría, leyendo noche tras noche y, a partir de ahí, empezar a jugar con los códigos.
¿Cómo accedía a esa teoría? ¿Había algún referente? El único mentor que tenía era el buscador Thor, o como es conocido Deep Web. Esta página se conecta únicamente a negocios fraudulentos, lo cual es un hecho, pero como una contra moneda positiva, hay muchos foros de hackers que se dedican a la ciberseguridad donde suben materiales y resúmenes de contenidos que pueden servir. La palabra “hacker” asusta a muchos y lo relacionan con algo negativo, pero en el diccionario de la Real Academia Española lo definen de la siguiente manera: “una persona con grandes habilidades en el manejo de computadoras que investiga un sistema informático para avisar de los fallos y desarrollar técnicas de mejora.” Franco pasó horas leyendo cómo funcionaban los programas y su intriga, a la vez que sus facultades, iban creciendo.

Gloria bajo qué consecuencias
Debido a comentarios de su círculo cercano, Franco sufrió cierto aislamiento y rechazo social por culpa de la desinformación, por el cual, muchas veces se desvalorizó su trabajo donde, a partir de ese momento, aprendió en quien confiar. Los principales prejuicios que tenía la gente hacia su persona eran mensajes como “ojo no hables mal de él que, si no te hackea”, cuando su trabajo es más técnico y complicado de lo que se ve.
Los años pasaron y su ambición siguió creciendo, trabajó en empresas de ciberseguridad donde detectaba errores en páginas mundialmente conocidas. Siguió perfeccionando sus conocimientos informáticos, los cuales lo llevaron el año pasado a dar charlas sobre computación cuántica en CHUBUThack ( una conferencia de Seguridad de la información, Robótica y Biohacking que se realiza en Puerto Madryn, Chubut), vía Twitch y Youtube. Al estar en pandemia, fueron transmitidas vía streaming y llegaron a gente de todo el mundo. Además, las charlas son esponsorizadas por Ekoparty ( una conferencia anual sobre seguridad informática) que a su vez es publicitada por la DEFCON, siendo esta última la convención de hackers más grande del mundo. Aunque el confinamiento le permitió ser parte de estas charlas, a su vez le trajo problemas en su salud.
Si antes podía pasar fines de semana sin dormir y encerrado en su cuarto a base de energizantes o cafeína para programar, también, hubo un tiempo donde tampoco comía. Ante esta situación, su novia, Nadin Tortonese, se preocupó y le proponía metas para que pueda descansar por lo menos ocho horas. Sumado a esto, empezó a sufrir problemas de vista por el tiempo que pasaba programando.

“Todos evalúan el producto final y hasta dónde uno llega. El clímax de un mar de lágrimas que nosotros mismos vamos remando ¿Quién se imaginó que me iba a quedar horas en mi cuarto dibujando con miles de bloques de hojas de videojuegos?
¿Cuánto me partí el cerebro descifrando códigos para que un programa funcionara?
¿Cuántas veces mi familia se iba a dormir y se levantaban al otro día y yo seguía en el mismo lugar programando? Hoy en día, recolectó los frutos que fui dejando con el paso de los años, donde puse en juego mi salud varias veces. Hoy tengo la oportunidad de trabajar en seis diferentes proyectos de la NASA, sigo programando videojuegos y tengo previsto dar una charla de ciberseguridad cuántica en la “Ekoparty” de Buenos Aires en noviembre de este año. Tengo dieciocho años, este camino recién comienza y estoy dispuesto a ir más allá de mi imaginación y ambición, pero por ahora soy Franco Hernández, hacker de la NASA.”
