La Historia de un pionero de la TV local que nadie sabe hasta donde se extenderá
Trabajo premiado en el concurso «Historias Mínimas» realizado por el Instituto Superior de Periodismo DeporTEA Mar del Plata, donde los estudiantes realizan una redacción periodística para participar en el concurso que reparte becas de estudio en el estableciminto.

Por: Tomás Varela
Néstor Roberto “Beto” Varela es uno de los marplatenses con las historias más ricas en los medios de comunicación. Un viaje a través de su trayectoria: fama, mundial de fútbol, dictadura, familia y mucho más.
Eduardo Galeano escribió alguna vez que hay fuegos que “no alumbran ni queman”, pero hay otros que arden “con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
El amor de Néstor Roberto “Beto” Varela por su profesión se asemeja a aquellos fuegos “grandes y locos” de los que hablaba el célebre periodista y escritor uruguayo. Es que, sin proponérselo, el protagonista de esta historia logró transmitirles a sus hijos y nietos la magia que hay dentro de los medios de comunicación, la cual genera un ambiente apasionante.

Como tantas personas en el mundo, Beto tuvo un Jesús que guió su vida. Pero en este caso no se trató del dios de los católicos, sino de Jesús Varela, su padre, quien era electricista, le inculcó la importancia del trabajo y además le enseñó el oficio en el que él se destacaba.
En su juventud, Beto comenzó a desempeñarse como ayudante de Jesús. Transitó varios años de trabajo junto a su padre, hasta que un día de 1960 los convocaron a un lugar que cambiaría sus vidas para siempre.
“Mi viejo me dijo ‘salió un laburo, hay que desarmar un cine porque parece que ahí van a poner una planta televisora’”, narró Néstor sobre lo que posteriormente sería la inauguración de Canal 8, un suceso histórico para la ciudad y el país.
Tras el gran trabajo hecho por Jesús y Beto en los estudios de uno de los canales pioneros del interior de la Argentina, el primero de ellos continuó como el electricista del lugar, mientras que el segundo pudo acceder a un novedoso curso para la época: el de cameraman, el cual le permitió, con solo 25 años, incorporarse al plantel de la flamante emisora. Un lugar de privilegio al que pudieron acceder solamente un puñado de afortunados. Lo mejor estaba por venir…
El derecho de soñar
Luces, música, glamour y furor. Canal 8 generó una revolución en Mar del Plata. Multitudes se dirigían a las puertas de los estudios ubicados en Luro e Irigoyen para ver a los artistas que se presentaban en el lugar, lo que provocaba que se tenga que cortar el tránsito vehicular.
Beto, ya pieza clave de las famosas y recordadas primeras transmisiones en vivo, comenzó a sentir en su vida cotidiana el impacto que tenía su trabajo en la sociedad.
Como un cantante después de meter su primer hit, Néstor empezó a vivir momentos que nunca imaginó que iban a suceder. “Yo ya estaba casado, cobraba buenos sueldos e íbamos a comer con la petisa (su esposa) a algún restaurante coqueto y el presentador decía ‘nos acompaña hoy como comensal el señor Néstor Varela de Canal 8’, y la gente se levantaba, me aplaudía y me saludaba”, recordó entre risas Beto.
“Había un diario que se llamaba El Trabajo y nos dedicaban columnas sobre chismes referentes al plantel de Canal 8. ¡Cómo les pasa a los futbolistas!”, agregó, como si todavía le durara la sorpresa.
El miedo manda
Transitaban los años ’70 y el país iniciaba una de las etapas más oscuras y sangrientas de su historia. En contrapartida, Néstor recibía una de las noticias más importantes de su carrera profesional: era convocado por Argentina Televisión a Color (ATC), lo que hoy es la Televisión Pública, para ser la cámara principal de los partidos del Mundial de Fútbol de 1978 que se disputaran en el recién construido estadio José María Minella de Mar del Plata.
La pelota comenzó a rodar en el evento deportivo más importante del mundo y Beto registró imágenes históricas de choques tales como el del Brasil de Zico ante España o el inolvidable partido entre Francia y Hungría, en el que el conjunto en el que se destacaba Michel Platini jugó con la camiseta de Kimberley. ¡Sí, con la verde y blanca de Kimberley de Mar del Plata!
Pero mientras, como canta León Gieco, “el fútbol se lo comía todo” y algunos gritaban los goles de Kempes y Luque, otros eran silenciados para siempre.

Néstor atravesaba sensaciones encontradas. En paralelo a que vivía un momento soñado por ser un pilar fundamental del medio más importante y visto del país, no podía ignorar las dolorosas consecuencias de la última dictadura que sufrió la Argentina.
Los militares imponían un estricto control sobre el contenido que salía al aire y Beto junto a sus compañeros padecían la presión de trabajar en el principal medio de comunicación del gobierno totalitario.
“Durante los partidos teníamos soldados controlándonos y nos decían ‘ojo con lo que muestran’. Al sonidista le ordenaban que baje el audio ambiente, así no se escuchaban las puteadas de la gente, y no se podían enfocar banderas con mensajes en contra del proceso”, recordó Néstor.
“En la guerra de las Malvinas, en cada parte del estudio había un militar y, en el lugar donde se editaba, habían tapado todo con lonas y maderas y ellos decidían qué es lo que se emitía y qué no”, agregó.
Pero los trabajadores de prensa de ATC no solo sufrían el asedio de los militares, sino también el repudio del pueblo. “Íbamos a hacer un móvil a la Plaza de Mayo y nos gritaban y hasta nos pegaban porque nos vinculaban con los milicos. Aparecía el camión de ATC y nos tiraban piedras. Fue una época brava, y lo que muchos no entendían era que nosotros solo éramos simples trabajadores y no formábamos parte del gobierno”, reflexionó.
Beto también vivió en primera persona el terror de la dictadura militar. Una noche, mientras descansaba en su casa, escuchó un impactante estruendo. Era la puerta de su casa, que había sido derribada por tres hombres armados.
“Entraron militares con Ithacas y nos apuntaron a mi señora y a mis hijos”, afirmó y agregó que, mientras totalmente atemorizado buscaba sus documentos del interior de un cajón, escuchó como uno de ellos amartillaba su escopeta, dejándola lista para disparar.
Una credencial de prensa del canal se encontraba allí y los militares se dieron cuenta que se trataba de la persona equivocada, por lo que decidieron abandonar la casa. A Beto, literalmente, su trabajo le salvó la vida.
Juego, luego soy
El gran trabajo realizado durante el Mundial le abrió a Néstor la posibilidad de mudarse a la Ciudad de Buenos Aires para formar parte del equipo que todos los fines de semana transmitía los principales partidos del fútbol grande de nuestro país.
La Bombonera, el Monumental, la Doble Visera y el estadio del club de sus amores, el Cilindro de Avellaneda, la “casa” de Racing Club, entre otros, se convirtieron en las “oficinas de trabajo” de Beto, quien aportó toda su creatividad para las novedosas aperturas de un ciclo que cambiaría para siempre la historia de la televisión argentina: Fútbol de Primera.
Fecha a fecha, Néstor se subía a los camiones de exteriores de ATC para, junto a destacados periodistas de la talla de Mauro Viale, Enrique Macaya Márquez, Ernesto Cherquis Bialo y Juan Carlos Morales, transmitir desde los más icónicos escenarios de nuestro fútbol encuentros que quedaron para siempre en la memoria de los fanáticos del deporte más apasionante del mundo.
¿Una de las tantas jugadas icónicas registradas por Beto desde la cámara principal? El gol de un tal Maradona en un Superclásico, tras gambetear y dejar en el piso al mítico “Pato” Fillol, jugada que muchos años después Diego repasaría en su programa: “La Noche del 10”.
Así como alguna vez Néstor acompañaba a su padre al trabajo, ahora fue él quien sumó un ayudante muy especial para recorrer los estadios del país: su hijo, Marcelo, que desde que era un nene tuvo un profesor de lujo para años después también convertirse en un destacado camarógrafo y continuar con el legado de que el apellido Varela siga relacionado a los medios de comunicación.
La profesión tenía guardada para Beto una última gran sorpresa: el ciclo “Historias de la Argentina Secreta”, con el que recorrió el país desde la Antártida hasta Jujuy, visitando 23 de las 24 provincias para mostrar los más diversos, hermosos e impactantes paisajes que tiene nuestra tierra. Nieve, glaciares, cataratas, salinas, montañas, cordilleras, sol, mar, ballenas y tantas postales imposibles de describir con palabras, habitan en la memoria de Beto gracias a su fiel amiga, la cámara.

El viaje
El blanco y negro fue reemplazado por el color, el color se convirtió en HD y el HD evolucionó al 4K. Un celular de 200 gramos graba con más calidad que las cámaras que pesaban 30 kilos. Para transmitir en vivo ya no se necesitan camiones, sino una conexión a internet. Las costosas tomas con helicópteros, se hacen con drones que caben en la palma de una mano. Las redes sociales cambiaron la manera en que se comunica e interactúa el mundo.
Los años pasaron, Beto cambió los domingos en las canchas por reuniones familiares. Tuvo hijos y sus hijos le dieron nietos. Todos de alguna manera vinculados a los medios de comunicación. Camarógrafos, productores, Community Managers, locutor y periodistas.
“Me maravillo y me gusta”, dice Néstor sobre los abruptos cambios tecnológicos. La sonrisa se le dibuja en el rostro y lágrimas de emoción caen al ver el primer despegue del drone de Marcelo.
Ya tranquilo en su departamento, Beto mira, a través de Instagram, la previa de un partido de Racing. Para esta transmisión, que la miran miles de personas, no fueron necesarios camiones, equipos pesados ni un numeroso grupo de trabajadores, solo se precisó pasión y un teléfono celular.
Desde el Cilindro de Avellaneda, el conductor de la previa le manda un saludo. Quien lleva adelante la transmisión es quien escribe estas líneas: Tomás, su nieto.
Beto se siente orgulloso y realizado. Conserva un sinfín de anécdotas y disfruta de su familia. La llama de su vocación no se apagó, está más viva que nunca y nadie sabe hasta donde se extenderá.