Perseverancia inmanejable

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Nota finalista del concurso literario «Historias Mínimas» en DeporTEA Mar del Plata

Por: Rodrigo López – 2° Año – DeporTEA Mar del Plata

El esfuerzo que requiere ganar una medalla paralímpica reflejada en una historia, gracias a la “perseverancia” de una nadadora “inmanejable”.

Para ser un deportista no hay que tener solamente cualidades físicas, como ser el más rápido, el más completo o el que mejor entrena. El deportista tiene que encontrarle el significado al deporte, qué representa para uno, estar en constante superación para lograr los objetivos que uno se propone y disfrutar cada día de lo que hace. Dedicarte a eso, es más allá de una marca deportiva, ya que podes mejorar un resultado que registró el cronómetro, pero “si no te pudiste desarrollar en tu vida, lo anterior queda en un papel, pero la vida no está en un papel”.

Cabe destacar que esto no lo redactó quien está escribiendo esta historia, si no, una nadadora marplatense que supo triunfar y representar a la Argentina de la mejor manera posible.

Estamos hablando de Betiana Basualdo quien nació en Mar del Plata el 12 de mayo de 1976, fue criada en un barrio obrero ubicado en el puerto de dicha ciudad, hija de Dora y de Juan Manuel, quien trabajaba como fileteador de pescados, hermana mayor de María Belén y Víctor. Debido a complicaciones en el parto, Betiana nació con una parálisis obstétrica en el brazo derecho, pero eso no le impidió seguir realizando deportes. Aprovechaba os días lindos para andar en patineta, recorría las calles y las plazas en bicicleta, de vez en cuando le gustaba correr, hasta tal punto de que corría carreras en el colegio.

Un día como cualquier otro, a sus 11 años de edad, luego de disputar una pequeña carrera en la primaria, llegó a su casa con un fuerte dolor en la espalda. Su madre, la llevó de inmediato al hospital donde estuvo internada 1 mes y medio. Betiana veía sus piernas y observaba como se ponían rígidas y dejaban de moverse de a poco. Dora buscaba respuestas en los especialistas, quienes calmaron las aguas afirmando que “eso se iba a ir”, pero no fue así.

Los profesionales llegaron a la conclusión de que un virus le afectó la medula y otro, el sistema nervioso. El diagnostico reflejó que había padecido un Guillain-Barré y una mielitis transversa, por el cual, a causa de esto, perdió gran parte de la movilidad. De esta forma, comenzó a rehabilitarse donde le recomendaron que realice natación y, a sus 13 años, comenzó a entrenarse en el club Kimberley de su ciudad natal.

En el año 1990, se sumergió por primera vez en una pileta, pero lo que no sabía ella en ese momento, es que había unas personas que la observaban cada día más. Uno de ellos era José Luis Campos, quien comenzó con el
deporte paralímpico en la ciudad de Mar del Plata, fue miembro del Comité Paralímpico de las Américas y director deportivo del Círculo Deportivo de Lisiados. La segunda persona era María Emilia Di Scala, quien luego fue su
entrenadora, donde uno de los objetivos principales que proponía era lograr la mayor independencia posible de los atletas, teniendo en cuenta su discapacidad, pero más que nada, teniendo en cuenta su potencial.

Betiana no tenía pensado dedicarse a la natación de alto rendimiento por más que su amor por el deporte era bastante fuerte. Su graduación de la secundaria y la etapa adulta estaban llegando, donde tenía claro que quería estudiar Periodismo Deportivo en el Instituto DeporTEA.

Las cosas se fueron dando, pero de distinta manera. Sus condiciones para competir estaban floreciendo, las competencias internacionales se hacían desear y tenía que aclararse a sí misma para qué lado ir. Ella tenía claro que
no toda persona con discapacidad puede llegar a ser un deportista paralímpico, pero en su caso, las marcas que se escribían en el papel eran dignas de una competidora nata, donde comenzó a disputar certámenes nacionales y tuvo su primer torneo internacional en el primer Campeonato Mundial de Natación Adaptada disputado en Malta en 1994.

En aquellas épocas, las condiciones de la delegación argentina no eran las más aptas. No había médicos en el equipo de trabajo, no tenían un seguro medico de viaje y eran dos entrenadoras al cuidado de más de 10 atletas con ciertas discapacidades. En el campeonato anteriormente dicho, Betiana se descompone en el avión, por el cual, María Emilia Di Scala la acompaña a un hospital en Roma, Italia, donde le diagnosticaron una infección urinaria. Con pocos euros en el bolsillo, un pasaje vencido, balbuceando italiano, además de que no existían los teléfonos celulares, se colaron en un tren, llegaron al aeropuerto con un boleto caducado, pero las autoridades entendieron lo sucedido y lograron viajar sin problema a Malta.

Generalmente, era complicado subir de golpe a una persona con discapacidad a un avión y hacerle viajar entre 12 y 18 horas porque se puede descompensar, puede tener edemas, se puede deshidratar, se puede descomponer, no puede soporta la comida del avión, no soporta comer cosas demasiado saladas y se puede hinchar. La persona tiene que llegar en buenas condiciones porque después va a competir. Hay un montón de pormenores que uno no los puede subsanar en pocos meses. Se necesitan años de preparación porque también se debe conocer al atleta. Pasa mucho también en las personas de severa discapacidad que practican atletismo, que hacen lanzamientos. El equilibrio de ellos es el más lábil.

Finalmente, el debut paralímpico se acercaba, donde Betiana logró clasificar a sus primeros Juegos: los Paralímpicos de Atlanta en 1996. Normalmente, los nervios te pueden jugar en contra y las ansias de hacer un debut absoluto en la más alta competencia se pueden apoderar de uno, pero la tranquilidad era el método más destacado de Betiana. Ella sabía que sea cual sea el resultado tenía en claro que hizo todo bien o lo que estaba a su alcance en ese momento. Cuando uno tiene esa seguridad, le genera una paz interna que es insuperable.

Una vez confirmadas las pruebas que iba a disputar, las de 100 metros libres, 50 metros libres y 50 metros de espalda en la categoría S2, junto a su compatriota Alejandra Perezlindo, ya palpitaba las ganas de nadar y ver los
resultados.

Los 100 metros libres estaban por comenzar, cada nadadora tenia a la vista su andarivel, hasta que en un momento, la bocina sonó y Betiana se encontraba peleando los primeros puestos junto a su compañera nacional y a la española Sara Carracelas. Esa disputa duro solamente 3 minutos y 9 segundos, Betiana sacó la cabeza del agua y era la primera que había terminado. Miró hacia el tablero y al lado de ese tiempo, estaban las siglas WR, que significa “récord mundial”. La felicidad de la delegación argentina se apoderó de cada uno y se había confirmado lo que se calculaba, Betiana Paola Basualdo, en su debut paralímpico, logró la medalla dorada en los 100 metros libres de la categoría S2.

Eso no fue todo, en las dos modalidades restantes logró una medalla plateada y una de bronce. Los Juegos de Atlanta de 1996 quedaron para la historia en su carrera deportiva y en la natación paralímpica del país. Esa capacidad y esa mentalidad perseverante e inmanejable que a día de hoy ella misma destaca, siguió vigente hasta su retiro de la alta competencia luego de los Juegos Paralímpicos de Pekín en 2008. En aproximadamente 15 años, logró nada más y nada menos que 4 medallas paralímpicas, entre ellas las tres de Atlanta y una de bronce en Atenas 2004, 6 diplomas paralímpicos, 6 medallas en Juegos Parapanamericanos (entre ellas 2 doradas) y 6 medallas en Campeonatos Mundiales.

El trabajo para llegar a 4 paralímpicos, siendo una de las pocas atletas en la Argentina que lo logró, es la disciplina y disfrutar de lo que uno está haciendo. Cuando lo vivís como un desarrollo personal, es cuando logras los objetivos. Es la disciplina y el rodearte de personas capacitadas lo que hace más fácil llegar a ese objetivo, pero lo fundamental es esa obediencia y la continuidad del esfuerzo.

El trabajo no solamente es fortalecerse desde lo mental y lo físico. A partir de los juegos de Atlanta hubo un cambio en lo que es el deporte paralímpico en el país donde se lo incorporó dentro del Plan Estratégico de Secretaría de Deportes de La Nación. Se comienzan a “fabricar” a las personas que compiten, por el cual, hasta ese momento no existía eso y el cubrir los viajes tampoco. La idea fue generar un montón de condiciones que la favorecieran a Betiana y a otros atletas para que puedan estar en ese lugar. Cuando no existía la oportunidad de ir afuera del país, la competencia se empezó a generar en Mar del Plata donde se organizaron los primeros Juegos Parapanamericanos en 1995, una Copa América en 1997, un torneo internacional de tenis de Mesa en 1999, Copa Mundial de Bochas en 2001 y Mundial de Natación en 2002. Mar del Plata era y se hizo conocida.

Otro de los temas que sigue vigente hoy en día es la poca difusión de los deportes adaptados por parte de los medios de comunicación. En los Juegos de Río 2016, se vendía la televisación de las dos modalidades: Olímpicos y Paralímpicos. Argentina compró las dos y televisó solamente la primera modalidad. En eso, los medios de comunicación forman parte, le sirven al Estado y le son funcionales.

Luego de dejar al año la carrera de Periodismo Deportivo, Betiana logró recibirse de Licenciada en Psicología, profesión que le apasiona cada vez más el conocer la incertidumbre del ser humano, porque nunca sabemos cómo nos vamos a desarrollar y cómo vamos a salir de determinado tema. Se especializó en psicoterapias cognitivas y después en Deporte en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Actualmente, trabaja en el Ente Municipal de Deportes y Recreación (EMDER) y en el Comité Municipal de Bioética de la ciudad de Mar del Plata, sigue trabajando en lo que es deporte paralímpico y en su coordinación, donde forma parte de un programa de apoyo a los deportistas becados.

Como dijimos anteriormente, la influencia de José Luis Campos en la vida deportiva de Betiana fue amplia. Pensaba en su calidad de vida futura y en su formación, con toda la adrenalina y con toda la pasión y el sacudón que tiene el deporte. Se necesita la sangre de un atleta. Eso no solo predominó en la natación, si no un poco en el desarrollo de su persona, por el cual, a día de hoy, ella se acuerda cuando un día José le dijo: “Betiana, prométeme que nunca vas a dejar de ser Betiana”. Gracias a eso, si le preguntamos con que palabra se definiría, sería “inmanejable”.




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